El domingo pasado, El Salvador celebró las Elecciones Legislativas y Municipales Nacionales tan esperadas para la administración de Nayib Bukele. El último día de febrero, los salvadoreños acudieron a las urnas para emitir sus votos por diputados, representantes de gobiernos municipales y delegados al Parlamento Centroamericano. ¿Cómo se distribuyeron los votos? ¿Y por qué este proceso electoral se convirtió en un importante “marcador” de la historia contemporánea de El Salvador?
El 28 de febrero se abrieron cerca de 1,6 mil mesas electorales para que los ciudadanos votaran en las Elecciones Legislativas y Municipales Nacionales. Esta vez, alrededor de 5,4 millones de personas tenían el derecho al voto. En el proceso de votación, los salvadoreños eligieron diputados (84), representantes de los gobiernos municipales (262), así como delegados (20) al Parlamento Centroamericano, creado en 1991 (abreviado – PARLACEN).
La parte más esperada del proceso electoral fueron precisamente las Elecciones Legislativas. La Asamblea Legislativa de El Salvador es un parlamento unicameral de 84 diputados que son elegidos por representación proporcional en 14 distritos electorales de varios miembros para el plazo de tres años con el derecho de una reelección. Este año en las elecciones participaron candidatos de 10 partidos políticos. Por cierto, no hay umbral para “pasar” a la Asamblea Legislativa del país.
Según varios medios de comunicación locales, esta vez el proceso electoral no transcurrió tan bien como el Gobierno había planeado, pero en general sin grandes conmociones. Con retraso, se abrieron 34 de las 1.589 mesas electorales, con el principal incumplimiento cometido por el Presidente de El Salvador, Nayib Bukele (Nayib Armando Bukele Ortez), quien instó a la ciudadanía a votar por su partido “Nuevas Ideas” en el día de las elecciones, que es el tradicional período de silencio. Además, sus simpatizantes también se distinguieron por hacer campaña contra la población directamente en las mesas electorales. Sin embargo, los propios representantes de las “Nuevas Ideas” no estaban satisfechos con el desarrollo de las elecciones: los observadores de su partido político fueron expulsados de un centro de votación.
Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, ahora el líder de El Salvador y sus partidarios se están alegrando. Con una participación del 51%, el partido gobernante “Nuevas Ideas” obtuvo la victoria en todos los municipios del país. Según la encuesta a boca de urna de la empresa analítica “Gallup”, las “Nuevas Ideas” están ganando alrededor del 67% de los votos. Así, el partido de Bukele ya se ha asegurado 53 de los 84 escaños en la Asamblea Legislativa.
El partido conservador “Nuevas Ideas” fue fundado en agosto de 2018 por Nayib Bukele, quien fue elegido como Presidente del país en 2019. Hoy el partido está encabezado por el primo del líder salvadoreño: Xavier Bukele (Xavier Zablah Bukele). Sus candidatos apoyan a los esfuerzos del actual Gobierno para seguir fortaleciendo la seguridad (la tasa de homicidios en este país latinoamericano cayó en un 60% en 2019-2020), combatiendo la corrupción, apoyando a industrias y creando nuevos empleos.
Las dos fuerzas políticas tradicionales de El Salvador son la “Alianza Nacional Republicana” (ARENA) de derecha y el “Frente Farabundo Martí” (FMLN) de izquierda: en el vigente periodo del Parlamento ocupan 37 y 28 escaños, respectivamente. Según datos oficiales, la “ARENA” puede contar con 3 escaños en el Parlamento, el “Frente Farabundo Martí”: con los 2. En los próximos días se conocerá la distribución de los 26 escaños restantes en el Parlamento. Según varios analistas, las campañas electorales de estos partidos se basaron en críticas a las políticas insuficientemente efectivas del Gobierno de Bukele en el contexto de la lucha contra la pandemia de coronavirus y el estilo autoritario del Presidente.
La victoria de Nayib Bukele, de 39 años, en las Elecciones Presidenciales de 2019 fue el hito más épico de la historia moderna de El Salvador, y también se convirtió en símbolo del “funeral” del modelo de Estado que se desarrolló después de la Guerra Civil (1980-1992). Este modelo se caracterizó por el enfrentamiento entre dos fuerzas políticas: la “Alianza Nacional Republicana” (ARENA) y el “Frente Farabundo Martí” (FMLN). Desde entonces, ambos bloques politicos se han alternado en el poder, sin resolver ninguno de los problemas fundamentales. El Salvador continuó siendo uno de los países latinoamericanos con los niveles más altos de desigualdad social, y la corrupción se ha arraigado en el aparato estatal a lo largo de los años. A excepción del antecesor del Presidente Bukele, Salvador Cerén (Salvador Sánchez Cerén), todos los anteriores fueron encarcelados o huidos debido al continuo robo de activos estatales.
Bukele se convirtió en el “resultado” de la decadencia política y la desilusión colectiva de la población. Una encuesta de 2018 realizada por la organización chilena sin fines de lucro “Latinobarómetro” mostró que El Salvador era el país con el ranking más bajo en América (28% de la población), el apoyo más bajo en la región. Según la encuesta, el 54% de la población no sentía la diferencia entre dictadura y democracia.
Al final de la anterior formación, Nayib Bukele pudo proponer un nuevo modelo político que antes no podía existir. En estas condiciones, Bukele parecía ser un fenómeno que atrae a los jóvenes y desconoce los conceptos de “izquierda” y “derecha”, apoyándose en la “efectividad” de las medidas y proponiendo políticas pragmáticas que se correspondan con las realidades de los tiempos. A pesar de que hoy El Salvador es la economía 117 del mundo (de 196), el joven líder busca construir una nueva matriz económica basada en intereses mutuamente beneficiosos y en la lucha contra la corrupción.
Las elecciones del domingo pasado mostraron que casi dos años después, la población de El Salvador todavía apoya el proyecto de Nayib Bukele y cree fielmente en la política anti-establishment. A pesar de las constantes críticas de la oposición, algunos observadores latinoamericanos creen que el éxito de Bukele radica en la implementación del concepto de “Estado policial”, que ha reducido significativamente la delincuencia. Además, es importante mencionar la importancia del modelo económico neoliberal (cabe destacar los préstamos de los Estados Unidos, el FMI y el BIRF), por lo que se evitó el peor escenario de eventos durante la pandemia.
En resumen, cabe destacar que, tras los resultados de este proceso electoral, ahora el poder de ambicioso Bukele será prácticamente ilimitado. El Parlamento del país se convertirá en el principal instrumento del Jefe de Estado, así como en su apoyo fundamental, que aprobará automáticamente cualquiera de sus propuestas. Al mismo tiempo, sus vecinos de Centro y Sudamérica solo pueden soñar con tal grado de poder.