Las discusiones sobre el futuro de los procesos de integración en América Latina no han cesado en varios años. Hoy en día, existe un conflicto entre dos enfoques de integración: neoliberal, que equipara la integración regional con la aprobación de acuerdos de libre comercio, y progresivo, destinado a fortalecer la movilidad de la migración, el comercio, el capital y los flujos de información en la región. En la actualidad, es más probable que muchos países latinoamericanos se identifiquen con el primer concepto, que está principalmente en la agenda de los Estados Unidos. Esto, según los expertos internacionales, es la “principal paradoja”, especialmente durante el período en que la administración de Donald Trump es claramente anti-latinoamericana, como lo demuestran acciones como la construcción del “muro”, la persecución de los migrantes y el desprecio por el calentamiento global en conexiones internacionales. Bajo tales condiciones, el futuro de la integración latinoamericana parece ser un tema fundamental. ¿Qué les espera a los procesos regionales existentes?
Con la llegada al poder del nuevo Presidente colombiano Iván Duque (Iván Duque Márquez) en agosto de 2018, el debate sobre el “desmontaje” de la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) y el bajo grado de eficiencia de la asociación se convirtieron en uno de los principales temas regionales. La UNASUR se creó en 2004 por iniciativa de los Gobiernos del campo de “izquierda” de los países de América Latina. En abril de 2018, los seis miembros de la UNASUR: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay anunciaron que suspenderían su participación en la asociación regional, demostrando así su postura firme sobre la situación en Venezuela. En agosto pasado, Colombia dejó oficialmente el bloque. A principios de marzo de 2019, Ecuador anunció su retiro de la UNASUR. Sin embargo, la apresurada decisión del nuevo Gobierno colombiano de retirarse de la UNASUR aún no cuenta con el apoyo de la mayoría de los países de la región.
De acuerdo con las declaraciones de los representantes oficiales de otros participantes en la asociación regional, que permanecen dentro del bloque, los países aún no están listos para finalmente “terminar” con la UNASUR. Hoy en día, existe una dificultad temporal asociada con la difícil situación política en Venezuela y, paradójicamente, la UNASUR también entró en una fase de crisis por la misma razón que una vez fue creada. Después de todo, el principal postulado del bloque desde su creación en 2004 fue la ley del consenso. La posición de este bloque se debe a la presencia de enfoques contradictorios para comprender la unidad de América del Sur, principalmente esto ocurrió después de que varios Gobiernos de la orientación “derecha” llegaron al poder en la región. Cabe destacar que el golpe de Estado brasileño contra Dilma Rousseff (Dilma Vana Rousseff), el proceso de impugnación, que comenzó a fines de 2015 y se prolongó hasta el 31 de agosto de 2016, debilitó la estructura de la UNASUR, al tiempo que deslegitimaba a uno de los principales países de la organización.
Muchos analistas latinoamericanos enfatizan la importancia de este bloque y su relativa constancia en el ámbito internacional, dando un ejemplo de los logros de la UNASUR desde su inicio. Estas incluyen la eliminación de las armas nucleares en la región, la consolidación del proceso de paz en Colombia, la resolución de los escenarios de ruptura política y la reducción de la pobreza extrema en América Latina.
El actual Gobierno colombiano ya ha podido ofrecer una nueva alternativa a la UNASUR. En febrero de 2019, el Presidente chileno, Sebastián Piñera (Miguel Juan Sebastián Piñera Echenique) confirmó que compartió la idea del líder colombiano de crear una nueva asociación en América del Sur destinada a mejorar la coordinación, la cooperación y la integración regional sin ideología, abierta a todos y 100% comprometida con la democracia y los derechos humanos.
El 22 de marzo, en la capital de Chile, Santiago, se llevará a cabo una reunión de representantes de la nueva unión regional latinoamericana, el PROSUR (Foro para el Progreso y Desarrollo de América Latina, Foro para el progreso y el desarrollo de América Latina), que ya está asumiendo las funciones de la Unión de Naciones Suramericanas.
Muchos observadores se inclinan a pensar que es bastante obvio que el PROSUR ya se está creando desde el lado ideológico opuesto. Sus iniciadores son los Presidentes de Colombia, Iván Duque, y de Chile, Sebastián Piñera. Los Gobiernos de “izquierda” de Bolivia y Uruguay participaron en las reuniones preparatorias del PROSUR, pero su membresía en el nuevo bloque aún es cuestionable. Además, aún no se ha establecido el formato y la naturaleza de la participación en la nueva organización regional.
Actualmente, los países del “grupo de Lima” ya están involucrados en la nueva asociación del PROSUR. Cabe recordar que dicho bloque se formó a partir de 14 países de América hostiles al actual Gobierno venezolano de Nicolás Maduro (Nicolás Maduro Moros). Después del cambio de Gobierno en diciembre de 2018, México se distanció del “grupo de Lima”, aunque inicialmente fue parte de él.
Los partidarios de los Gobiernos de “izquierda” en la región creen que el Presidente colombiano, Iván Duque, siguió los pasos de Donald Trump (Ing. – Donald John Trump), quien es el principal defensor de la restauración de la democracia en Venezuela. Según ellos, el líder colombiano apoya activamente el cambio del régimen de Maduro y está creando un gobierno cada vez más autoritario en su país. Aunque Duque no entendió bien lo que significa resistir el régimen agonizante de Maduro, pero debido a esto ganó popularidad entre los Gobiernos del campo de “derecha”.
Además, Maduro ya decidió interrumpir las relaciones con Duque, a quien el líder venezolano, en sus muchas entrevistas, llama el “títere estadounidense”, privándolo de la capacidad de maniobrar para el futuro, especialmente dadas las posibles complicaciones con la organización de izquierda “Ejército de Liberación Nacional” (ELN) y con otro grupo insurgente mucho más poderoso “Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia” (Ejército del Pueblo, FARC-EP). Una posición más moderada, como la que tomó el Gobierno uruguayo, podría proporcionarle más oportunidades de maniobra y un menor grado de amenaza a lo largo de los 2.200 km de la frontera común con Venezuela.
Resumiendo y pensando en el futuro de la integración latinoamericana, cabe referirse a la “piedra de la discordia” principal en la región: la aguda crisis política en Venezuela. El cambio de régimen que buscan la Casa Blanca y sus aliados no es una tarea fácil, porque después de dos décadas de chavismo, los partidarios del gran Comandante no solo cederán el poder. Por supuesto, una profunda crisis económica y una hiperinflación en Venezuela requieren urgentemente un cambio de política. Si el ejército y las fuerzas paramilitares aún deciden oponerse a Nicolás Maduro y derrocarlo, se necesitará un período de un Gobierno provisional para restaurar la economía y realizar elecciones democráticas con la participación tanto de la oposición como de los chavistas, y, como creen los analistas políticos, habrá más los últimos. Por lo tanto, la resolución de la crisis venezolana no parece a corto plazo, lo que significa que tanto las estructuras anteriores como los nuevos procesos de integración latinoamericanos no podrán desarrollarse de acuerdo con las leyes de la dinámica activa.