Después de la victoria del candidato Andrés Manuel López Obrador de las fuerzas de izquierda en las elecciones presidenciales, cada vez más analistas políticos empiezan hablar sobre una nueva etapa de las relaciones ruso-mexicanas. Tales actitudes no podían no afectar a la administración de Donald Trump. Según los analistas políticos, las elecciones presidenciales más importantes en la historia moderna de México cambiarán no solo el curso interno y la situación en la región, sino que también alentarán al país latinoamericano a diversificar completamente a sus socios internacionales. El nuevo líder mexicano asumirá el cargo el 1 de enero de 2019. ¿Qué lugar ocupará Rusia en las directrices de política exterior del Gobierno de Obrador? ¿A qué debe temer el actual socio principal de México?
El equipo “LACRUS” decidió analizar el vector ruso de la política exterior del Estado latinoamericano e identificar los principales mecanismos de la interacción entre Rusia y México. En la actualidad, la parte rusa mantiene relaciones “cálidas” con México, que incluyen comercio, inversiones en el desarrollo de tecnologías avanzadas y una cooperación cada vez más estrecha en organizaciones y asociaciones internacionales como las Naciones Unidas, el G20 y el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). Como ha señalado repetidamente el nuevo líder mexicano durante la carrera electoral, esto es solo el comienzo de la futura unión “fuerte”.
Rusia y México mantienen relaciones bilaterales muy largas, que existen desde hace más de un siglo. Sin embargo, como creen muchos representantes del Departamento Latinoamericano del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, estos vínculos fueron en su mayoría superficiales y simbólicos, pero con el tiempo se profundizan cada vez más a medida que cada año los dos países tienen más y más puntos comunes e intereses comunes. Los lazos oficiales entre Rusia y México se establecieron en el año 1890. Al año siguiente, por orden de Alejandro III, se abrió una oficina de la representación rusa en la capital de la Ciudad de México. Durante del período de las revoluciones del siglo XX (en México – en 1910 y en 1920, en Rusia – en 1917), las relaciones bilaterales prácticamente no se mantuvieron. Sin embargo, este grado de interacción cambió en agosto de 1924, cuando México se convirtió en el primer Estado de ambas Américas en ser reconocido por la Unión Soviética. Un hecho interesante es que en 1926 la URSS envió la primera Embajadora del mundo (Aleksandra Kolontái) a trabajar en México. Pero en 1930, las relaciones diplomáticas se cortaron debido a diferencias ideológicas. En 1936, León Trotsky, quien abandonó su tierra natal, fue a México, donde se le otorgó asilo. Cuatro años más tarde, fue asesinado: la defensa de las autoridades mexicanas no pudo salvarlo del “asesino” de la NKVD. México entró en la Segunda Guerra Mundial en el lado aliado en 1942. Así, el Estado latinoamericano volvió a ser socio de Moscú y se restablecieron las relaciones diplomáticas.
Debido a la proximidad y la frontera terrestre directa con los Estados Unidos, y también debido a la orientación de la izquierda del gobernante Partido Revolucionario Institucional Mexicano durante la Guerra Fría, México fue un importante socio geoestratégico para la URSS. En 1973, el Presidente de México, Luis Echeverría, se convirtió en el primer Presidente mexicano no comunista en hacer una visita oficial a la URSS. En 1978, durante la visita oficial del presidente, José López Portillo, los dos Estados firmaron el Tratado “Sobre la prohibición de los ensayos, el uso, la producción y la compra de armas nucleares en América Latina y el Caribe”.
Después de la desintegración de la URSS, los Estados Unidos Mexicanos continuaron las relaciones diplomáticas con la Federación de Rusia independiente. Desde entonces, y hasta el presente, los dos Estados han seguido de manera lenta pero segura el camino de la profundización de la cooperación. Hoy, México es el tercer socio más grande de Rusia en América Latina. En el pasado 2017, el comercio entre los dos países alcanzó los $ 1.7 mil millones. Los mexicanos exportan a Rusia, en primer lugar: tequila, cerveza, carne y vehículos. Las exportaciones rusas incluyen productos de la industria química, metalurgia, industria de helicópteros, el complejo industrial militar. Las empresas internacionales rusas como “Power Machines” operan en México, y varias empresas transnacionales mexicanas: “Grupo Omnilife”, “Grupo Maseca”, “Nemak”, “Cemex”, “Mabe”, “Katcon”, “Metalsa” and “Gruma” hacen negocios en Rusia. A partir de 2018, México ocupa el puesto 42 en la lista de los principales socios comerciales rusos y representa el 1% de las exportaciones totales del país. En la lista mexicana similar, Rusia está en la posición 44. Dichos datos demuestran que el volumen del comercio entre México y Rusia es aún muy modesto, considerando que, por ejemplo, el volumen de negocios entre México y Estados Unidos supera los $ 600 mil millones al año. Sin embargo, en sus declaraciones, el nuevo líder mexicano del campo “izquierda” reiteró su intención de aumentar la rotación comercial entre Rusia y México y reducir esa cooperación “estrecha” con los Estados Unidos de América.
Uno de los indicadores más interesantes es que México y Rusia son casi idénticos en términos de población: alrededor de 146 millones de rusos y 127 millones de mexicanos. Además, los dos países son muy similares en tamaño al PIB nominal. Según datos oficiales del FMI, en 2017, la economía rusa se convirtió en la 12ª en el mundo con medio billón de dólares, y la economía mexicana se ubicó en la posición 15 con 1,1 billones de dólares. En términos del PIB per cápita, Rusia ocupó el puesto 63 en el mundo con $ 10,508 per cápita, y México – el 70° lugar con $ 9,304 per cápita. Sin embargo, como señalan los analistas financieros, la economía mexicana está diversificada, lo que puede demostrar una amplia gama de intercambios comerciales. A su vez, Rusia sigue basándose en la exportación de recursos naturales.
A pesar de que el intercambio comercial entre los dos países no es tan significante, Rusia y México reconocen las importantes ventajas de su alianza. Los conflictos “agudos” entre Rusia y la administración de Trump, y ahora la hostilidad abierta de la Casa Blanca hacia México y su nuevo líder de la “izquierda”, abrieron muchas oportunidades para fortalecer la alianza estratégica entre Moscú y la Ciudad de México. Basándose en la atención prestada por los medios rusos de comunicación al presidente electo de México, Moscú ve un aliado potencial en López Obrador principalmente por sus opiniones antiamericanas. Muchos analistas políticos consideran que esta alineación de fuerzas es muy natural. La dura y hostil posición que Trump asumió sobre México desde el primer día de su presidencia, los lazos bilaterales de los que una vez fueron los principales socios comerciales, se están desmoronando, y el Gobierno mexicano electo tiene la intención de buscar nuevas alternativas.
Así, Rusia podrá convertirse en un importante socio comercial de México. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia ya ha notado que la parte rusa está dispuesta a suministrar recursos energéticos al Estado latinoamericano, así como a ofrecer sus tecnologías y métodos avanzados en la producción de fertilizantes artificiales en otros campos industriales, como la producción y refinación de petróleo. Cabe recordar que México sigue desconfiando a China, lo que hace que Rusia sea extremadamente atractiva para aquellos que el próximo año “crearán” la política mexicana.
Después de que los Estados Unidos de América y la UE impusieron sanciones y, por lo tanto, “cerraron la puerta” para Rusia, el Gobierno ruso ya ha apelado a otros actores internacionales. Es por eso que México, el segundo país más grande de América Latina, es muy atractivo para Rusia. Como muchos expertos creen, México puede convertirse en un socio clave de Rusia en el Hemisferio Occidental en la frontera con los Estados Unidos de América. Los intereses mutuos pueden ayudar a expandir y fortalecer los lazos entre los dos Estados. Sin embargo, la Casa Blanca ya sabe que en esta alineación de fuerzas, el único perdedor será Washington. Pero independientemente de los Estados Unidos, con la llegada de López Obrador, las relaciones ruso-mexicanas deberían pasar a un nivel superior, y así confirmar una vez más la multipolaridad de las relaciones internacionales.