La primera vuelta de las elecciones en Costa Rica a principios de febrero abrió la “súper maratón” electoral en América Latina. Tradicionalmente, Costa Rica siempre ha sido considerada como un baluarte de la estabilidad en la región de América Latina. En este Estado durante las décadas parecían dominar las fuerzas solidas democráticas. En una serie de clasificaciones internacionales sobre el nivel de falta de corrupción, la libertad de prensa o la calidad de vida de la población, el país está muy por delante de sus vecinos. Pero cuando incluso en Costa Rica “políticamente predecible” en la primera vuelta de las elecciones presidenciales ganó el “evangelista militante” que hasta hace poco era un outsider político, es un evento histórico. ¿Qué resultados trajo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Costa Rica, que tuvo lugar el 1 de abril? ¿Qué esperan los costarricenses en los próximos cuatro años? ¿Y cómo cambiará la configuración regional de fuerzas?
Los resultados de la primera ronda de las elecciones en Costa Rica demostraron claramente qué hay que esperar en la región. Comenzaron a surgir como nuevas tendencias estatales como también regionales. Como la mayoría de los gobiernos regionales proclamaron, la democracia en América Latina se estableció en todas partes, especialmente en comparación con muchas otras regiones. Sin embargo, en una consideración más detallada aquí también son notables los signos de “descomposición” y “heterogeneidad”. En los últimos dos años el descontento con los regímenes gobernantes de los votantes ha alcanzado un alto nivel. Un ejemplo de esto fueron las elecciones municipales y parlamentarias en El Salvador en el año 2017, donde a pesar de la naturaleza obligatoria de la participación en las elecciones el 58% de los votantes prefirió quedarse en casa.
El rechazo de los partidos tradicionales establecidos, cuya causa principal fueron numerosos escándalos de corrupción, ilustra la tendencia general en América Latina. El descontento público en este sentido se demostró claramente con el ejemplo de Brasil y Perú, que la corrupción ya no se percibe como un delito menor. Los escándalos de este tipo socavaron por completo la credibilidad de las organizaciones democráticas. En consecuencia, muchos candidatos en las próximas elecciones presentan contraproyectos y consignas alternativas en relación con la corriente política general. La polarización de las fuerzas políticas es cada vez mayor, y los debates y las discusiones se alinean cada vez más en tonos intensos. Los partidos gobernantes apenas logran desarrollar y presentar un programa de reformas convincente. Todas estas tendencias también se refieren al “campo de la izquierda”, que en los últimos años tuvo que sufrir una derrota significativa en las elecciones, comenzando con Argentina, o incluso ser depuesto por la mayoría de derecha en el parlamento, como en el caso de Brasil.
Muy conocidos los partidos de derecha también se vieron afectados por escándalos “intestinos” y conflictos internos. En cuanto al panorama regional general, en los congresos la derecha en su mayoría no tiene su propia mayoría, lo que dificulta la implementación de sus programas de gobierno. Pero cabe señalar que el campo progresista aún no ha podido aprovechar esto. Además, el campo político centrista de izquierda a menudo está desunido internamente y no encuentra nada en común para la cooperación.
Volviendo a Costa Rica, en la primera vuelta del 4 de febrero de 2018, Fabricio Alvarado Muñoz recibió el apoyo del 24,9% de los votantes y estuvo como el líder en la carrera. Su oponente, Carlos Alvarado Quesada, ganó en febrero el 21,6% de los votos y obtuvo el segundo lugar. De acuerdo con la legislación costarricense, si ninguno de los candidatos al Presidente logró obtener más del 40% de los votos, los dos principales candidatos que obtuvieron la mayoría de los votos electorales pasan a la segunda vuelta de votación. El que puede lograr una mayoría simple en la segunda vuelta, se convierte en el Presidente del país.
El 1 de abril en la segunda vuelta de las elecciones, el político de centro-izquierda, representante del partido en el poder “Acción Ciudadana”, Carlos Alvarado Quesada, fue capaz de tomar revancha y derrotar al líder de la primera vuelta, al conservador Fabricio Alvarado Muñoz. Por cierto, en Costa Rica, el perdedor no solo es un ex periodista, sino también un famoso cantante. Quesada, en su campaña electoral, anunció la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo y también expresó su preocupación de que Costa Rica sea percibido como un país tolerante. El líder obtuvo aproximadamente el 60,8% de los votos (hasta la fecha, después de procesar el 95% de las mesas electorales), lo que significa que su victoria fue más impresionante de lo que se había predicho en las encuestas preelectorales de la población. Por su oponente votó el 39,2% de los ciudadanos. El Presidente de 38 años será el líder más joven del Estado en la historia contemporánea de Costa Rica. Pero el nuevo Vicepresidente de Costa Rica por primera vez en la historia será una política negra: Epsy Campbell. El jefe de Estado elegido comenzará sus funciones el 8 de mayo por el período de cuatro años.
Los resultados de las elecciones presidenciales en Costa Rica, a pesar de los resultados de la primera vuelta de encuestas preelectorales de la población condujeron al Gobierno al líder de política centro-izquierda, lo que significa que el pronóstico, ampliamente difundido en los medios internacionales de información, que el declive final de las regímenes de la “izquierda” en la región aún es una exageración. Por supuesto, en una serie de países de América Latina (particularmente en Argentina, Chile y Brasil) llegaron al poder los políticos de derecha, y muchos de los regímenes de izquierda (por ejemplo, en Venezuela y Cuba) que sufren una crisis aguda. Sin embargo, aún es demasiado pronto para afirmar sobre la amenaza del proceso, que muchos latinoamericanistas llaman el giro a la derecha de la región.
Algunos analistas están tentados a creer que en América Latina afectó la crisis no de las ideas de izquierda, sino de los regímenes de izquierda, que desde hace mucho tiempo no han resuelto una serie de cuestiones, en particular las relativas a la aplicación y la garantía de los derechos humanos y la corrupción. Según esta idea, la ideología izquierdista en América Latina sigue siendo popular y podrá permanecer durante mucho tiempo.
La principal pregunta retórica regional sigue siendo: ¿Ha habido un giro a la derecha en América Latina? Con una configuración regional moderna, no es posible responder de manera inequívoca. Hablando en general sobre América Latina, en este momento la “izquierda” está cambiando a un mayor pragmatismo, a la realización de la necesidad de utilizar los mecanismos del mercado. Por otro lado, el flanco “derecho” comenzará a aceptar que no se puede dejar a los pobres “a su suerte”, y los gastos sociales no son los costos, sino la inversión económica. Hoy en día, muchos expertos se inclinan a creer que la orientación “izquierda-derecha” en su sentido más clásico es ya obsoleta, no sólo para América Latina, sino también en relación con la integridad de todo el análisis político.